lunes, 29 de junio de 2015

Descubriendo Ainielle

No sé si habéis tenido la oportunidad de leer la novela de Julio Llamazares La lluvia amarilla, si no la ahbéis leído leedla porque es una maravilla (he inlcuido una reseña en mi blog). El caso es que la historia que narra ese libro transcurre en una zona del prepirineo aragonés denominado Sobrepuerto, una zona donde existen numerosos pueblos abandonados y, entre ellos, se encuentra el pueblo de Ainielle, el pueblo donde transcurre gran parte de la novela.

La primera vez que leí la novela, el año pasado, busqué el pueblo y empecé a pensar la posibilidad de realizar uan ruta por la zona para poder ver el pueblo, así como la xona y otros pueblos abandonados de la zona. La cuestión es un poco friki porque lo que me hacía ilusión de verdad era ver el pueblo donde transcurre la vida de Andrés, el personaje de la novela, y ver si realmente era como lo narraba Llamazares y si sentía allí in situ la intensidad de sentiemiento que me había provocado la novela.

 Portada del libro

Este año volví a leer la novela y decidí preparar la ruta, y dicho y hecho, compramos un mapa de la zona, y con nuestra mochila, la tienda de campaña y nuestros saco de dormir, nos fuimos a recorrer este rincón del prepirineo, aunando así dos de mis mayores aficiones: la montaña y la lectura. Por supuesto el libro se vino conmigo en la mochila, de alguna forma era como cerrar el círculo, y leer la historia en el lugar en el que, supuestamente, se produjo, no sé, era como intentar encontrar la presencia de Andrés y Sabina entre las parades de Ainielle y las páginas del libro, y de manera simultánea.

Leyendo en Ainielle

Así saliendo del pueblo de Oliván, recorrimos los antiguos caminos, prácticamente senderos, que comunicaban a este pueblo con Berbusa (pueblo que también aparece en la novela de Llamazares) y de ahí seguimos el estrecho sendero hasta Ainielle, donde dormimos, en una de las numerosas terrazas del pueblo, compartiendo el espacio con los fantasmas que seguirán visitando el pueblo, recorrimos sus calles invadidas por las ortigas y las zarzas, bajamos al molino (que tiene un papel importante en la historia, que no voy a desvelar) en un estado de conservación magnífico, y nos acercamos a la iglesia que se mantiene a duras penas en pie y rodeada del cementerio donde las antiguas lápidas han quedado escondidas tras la vegetación.

Ainielle

Dormir en Ainielle fue una sensación magnífica, por un lado por la belleza del lugar que es indescriptible, por otro por la quietud y la tranquilidad que nos rodeaba, por último porque pude imaginar las noches de Andrés descritas en el libro, noches de soledad, de extraños ruidos más allá de las ventanas, el susurro de los árboles, y la voz del silencio...en definitiva la soledad que debieron sentir todos los "Andrés" que habitaron estos pueblos hoy caídos en el letargo, y cuya dureza solo podemos intuir.

Iglesia de Ainielle. Libro La lluvia amarilla

La ruta continuó al día siguiente, hacia el pueblo de Otal, que me impresionó porque está todavía muy entero y por su preciosa iglesia románica de S. Miguel del s XI, y ascendimos a la cumbre del Erata, altura de referencia en el pueblo de Ainielle, y desde donde llegan los fríos vientos del invierno.

Vistas desde la cumbre del Erata

Tengo que decir que este, llamémoslo, "viaje literario" ha sido muy especial, y me ha permitido que esas dos actividades que adoro, como son la lectura y las montañas, puedan convivir de una manera muy especial, creando una cierta comunión entre las páginas y el azul del cielo, por un día dos formas de viajar se convirtieron en una sola.