Hace un par de meses decidí
dar un salto cualitativo en mi relación con las letras. Ya no me bastaba
con ser lectora, estaba decidida, quería aprender a escribir. No es que pretenda
escribir una novela, o quizá sí quién sabe, pero la inquietud de
comunicar algo apareció ahí dentro y no se ha querido marchar.
ESCRIBIR, así, con mayúsculas, siempre me ha parecido complicado. No,
no es cierto, siempre me ha parecido muy complicado. En varias ocasiones
intenté sentarme delante de un papel en blanco y escribir. Siempre
pasaba lo mismo, o no encontraba nada interesante que contar, o lo que
escribía me parecía cursi, o no sabía expresar lo que yo quería.
Uno
tiende a pensar, cuando le ocurre esto, que no es capaz de escribir porque no tiene ese "don", el de la
escritura me refiero, porque siempre pensamos que todos estos temas que asociamos con las artes están relacionados con un elemento etéreo
llamado inspiración. Así que, cuando nos sentamos delante de una hoja en
blanco y no se nos ocurre nada, cerramos el cuaderno y pensamos "ni tengo
don ni tengo inspiración". Y aquí se acaba la trayectoria escritora iniciada minutos antes.
De forma resumida, toda mi
experiencia con la escritura había sido ésta, si no contamos
con estas tristes líneas en un blog. Hace no mucho, debió ser en un día de inspiración, me pregunté si
realmente esto era cierto, si no podría ser capaz de expresar lo que
quería, si no tenía nada interesante que contar, si no podría aprender a comunicar. Y decidí pasar a la acción.
En este punto me asaltó la duda de por dónde empezar, y empecé por donde casi todos empezamos, buscando en internet. Busqué y busqué, porque el
mundo de los cursos, en general, es vasto y complejo. Hay tantas ofertas que llegué
a sentir cierto agobio. Miré precios, lugares de impartición,
contenidos, duración. Al final decidí dejarme llevar un poco y elegí. Es lo que tiene la vida, para
pasar a la acción hay que elegir y desechar, no queda otra.
Llevo cuatro semanas asistiendo a clases de narrativa creativa en una escuela de Alcalá de Henares (se llama La Posada de Hojalata) donde estoy descubriendo que sé escribir más de lo que pensaba y que no se me da tan mal. No sé si llegará a algo o no, pero lo más importante es que estoy disfrutando de la escritura, estoy aprendiendo cosas nuevas que, como poco, me ayudarán a expresarme mejor. Comparto alguna de mis tardes con personas que les mueve la misma motivación que a mí y, por si todo esto fuera poco, he escrito mis primeros tres relatos cortos, con más o menos fortuna, pero los he escrito.
Una ventaja adicional es que las clases me están proporcionando una nueva visión de los libros que leo, ahora "veo" cosas que antes me pasaban totalmente desapercibidas, enriqueciendo la lectura de una manera espectacular. Vamos, que todo son ventajas.
Me queda por delante un mes de clase y ya me estoy plateando por donde continuar. Me he lanzado hacia un mundo apasionante donde he comprobado que la relación con las letras y con los libros puede ser muy distinta. Y lo estoy disfrutando. Vaya que si lo estoy disfrutando.